El rostro, el otro

[ezcol_1third][/ezcol_1third] [ezcol_2third_end]El rostro, el otro

Los alumnos, y algunos licenciados de la Facultad de Bellas Artes Valencia que participan en esta colectiva, nos muestran, a través de un buen número de pinturas y dibujos, rostros de personajes, algunos conocidos y otros muchos desconocidos, que han demostrado bondad o maldad, heroicidad o villanía, y que aluden a esa dualidad de la condición humana, tan presente en todos nosotros. Mayrén Beneyto. Presidenta O.A.M. Palau de la Música

CARA A CARA
Falso sería escribir, aún a la vista de lo visto en el presente, que los Derechos Humanos son un cuento, o que los intentos civilizatorios fracasaron, sin más. La violencia física y simbólica avanzan, el mal avanza, lo vemos cada día, y hay víctimas, es cierto, pero también hay defensores, gente honesta. Cada ladrón, cada agresor, se encuentra de frente con alguien que lucha, toma la calle, planta cara, da la cara, cara a cara.  Pero la cara, tanto como la lengua, tanto como las manos, también miente, y miente porque oculta tanto como muestra mientras nos hace ver que muestra más de lo que oculta. Cara y cruz, Jeckyll y Hyde fraguan el sedimento de cada rostro, la íntima ambivalencia que nos habita mientras habitamos el tiempo, nuestra sustancia, esa caída. Ahora bien, nuestro sí mismo da sentido a su presente continuo cuando consigue narrarse, o mostrarse,  los pasos que hasta aquí nos condujeron, no como desencajada y chirriante sucesión de huidas o azares, sino como arquitectura construida, mal que bien, tanto por la aparente soberanía del yo consciente como por la fuerza que actúa desde los laberintos del olvido y sus espejos, tanto por la voluntad de ser como por el deseo ingobernable, o por el sueño.
De ahí que las logradas representaciones de lo íntimo procuren el desvelamiento de  aquello que la noche del embuste oculta, y a diferencia de los paralizados por la inanidad o la demencia haya quienes, artistas o no, logren  encontrar la forma de mostrar la contradicción que nos abre y delimita, construyendo una casi infinita sucesión de variantes que la exterioricen frente a uno mismo y frente a los demás. Compartir lo íntimo,  tantear los rostros cambiantes del sí mismo, sea el sí mismo lo que sea, acaso combatir los afanes sustantivos del ser con las mutaciones verbales del estar: juegos, disposiciones de materia, figuraciones que dan cuenta de las simas y cúspides del alma, perentorias visiones desde el umbral, la ventana, o tal vez del otro lado. Ni ángeles ni demonios, ni bestias ni dioses, sino sólo el hueco del estrecho margen, nuestro íntimo vacío, entre el cara a cara.

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