El mar Espejo

[ezcol_1third][/ezcol_1third] [ezcol_2third_end]El mar Espejo

Después de una espera de cuatro años se presentaron en el IVAM las pinturas de José Saborit. La muestra denominada Más al Sur, reúne junto a paseos cercanos unos cien cuadros de marinas y celajes despojados de todo exotismo. Hasta el 24 de junio.
La exposición se plantea en bloques diferenciados y progresivos que arrancan en parajes valencianos como la Sierra de Calderona, con diversas notaciones herbolarias, muy en la línea de Jean-Jacques, para concluir el recorrido en una sala blanca donde se exhiben en gran formato unas imaginarias aguas antárticas.

El autor, que ya en su juventud, despojó las postalitas de Friedrich y Turner, de señores con levita y referencias creacionistas, profundiza en esta operación de ampliar formatos y reducir las gamas cromáticas, centrándose en la composición de horizontes e iridiscencias sutiles. Este recorrido hasta el blanco, más o menos perlado, se nos presenta como un ejercicio ascético, que negando el ruido del mundo, desembocaría en conquistas perceptivas.

Se trata empero de una áscesis ligada siempre al oficio de pintar, pero que se pretende complementada y autorizada con la práctica poética. Así, José Saborit ha presentado varios de sus bocetos y layouts, como también sus libros más queridos y manoseados. En una vitrina he retenido a Borges, Carlos Castaneda y algún volumen de la editorial Pre-textos. Con anterioridad a la exposición misma Saborit ya había presentado su nuevo poemario La eternidad y un día, titulado así en homenaje a un cineasta griego.

Aún con tantos amaneceres y crepúsculos, el resultado es algo frío como no podía ser menos en un proyecto de largo recorrido, y que necesita de procedimientos seriales para poder concretarse. Saborit ha renunciado a efectos drámaticos, mares embravecidos o cielos tormentosos, centrándose en imágenes muy especulares para estudiar variaciones tonales y tímbricas, arriba y abajo de una línea perfectamente horizontal. Es por eso que las abstracciones de Saborit, aún naciendo de la observación y la memoria, parecen más fruto de la concepción clásica del cuadro-ventana que de la propia curvatura del espacio.

Si siguiendo mi consejo vas al IVAM busca Más al Sur. Antártida, 2011. Óleo sobre tela. 40’5 x 69 cm.
Luis Armand. UPV.
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Del libro SABORIT. J. La eternidad y un día. Valencia, Ed. Pre-textos, 2012.
LA PINTURA EN EL OJO

Se espesa y fragua el tiempo en el estudio:

la pintura se mueve, se acumula

bailando sobre sí en sus variaciones,

se deshace en el lienzo, se emancipa

de su propia estructura,

se disgrega y se suelta

como si no quisiera

ser más que pura mancha,

la detenida huella de un gesto irrepetible.

Guiada por la mano, la pintura

ya gobierna la mano,

y huyendo de la forma recupera

las formas para el ojo,

pues las cosas no son sino en el ojo

y en el ojo se forma el mundo entero

bajo la frágil luz de la conciencia.

Y en el ojo se forma el mundo entero

bajo el fuego tenaz de la conciencia

LLUVIA

Qué levedad,

qué líquido sosiego,

cuando llueve y es todo certidumbre

de este tiempo que cae, va cayendo,

como gotas de luz sobre tu espalda,

lavándote despacio y sin borrarte

del todo todavía.

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Entrevista de Bel Carrasco a José Saborit.
P.- ¿Existe alguna vinculación entre los poemas y la muestra de pintura?R.- Sí, el escenario donde trascurre esa vida, ésa a la que nos aferramos con fuerza, con desesperación si se quiere, es lo que pretendo mostrar con mis pinturas, recrearlo, reelaborarlo. Cerca de un centenar de obras que proponen un viaje desde paisajes próximos, como Porta-Coeli, el Mediterráneo o la Albufera, hasta otros más lejanos, como el Cabo de Hornos, el Pacífico, en Fin del Mundo o la Antártida.

Más al Sur es un viaje de lo cercano a lo lejano; de la figuración despojada de anécdota hasta casi la abstracción; del color a la ausencia de color. Un viaje en busca del blanco, entendido como el espacio por llenar, por recorrer, como el vacío necesario para que surja algo, la potencia de lo por venir… el blanco es también un descanso, un ayuno icónico para preservar el apetito de ver, de contemplar, una forma de ecología visual. Y propone la siguiente reflexión, deudora de la experiencia antártica: la voluntaria disminución del espectro de la experiencia visual potencia el aumento de las capacidades perceptivas de apreciación de los matices, potencia la intensidad de la experiencia.
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